sábado, marzo 28, 2009

La comunidad como ilusión y proceso: acontecimiento, colectividad y subversión



“Los filósofos (estudiantes-académicos ) no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”
Tesis 11 de Marx sobre “Feuerbach” (1888)

“Hay un piso de arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal”
Julio Cortazar “Manual de instrucciones” (1995, 2004 Pág.:10)

Resumen:

Este trabajo se propone analizar la concepción de comunidad y sus interrelaciones subyacentes, diferenciando tres dimensiones relativas al sujeto (Agacino 2006), el grupo (Foladori 2007) y la colectividad (Fernández 2005, Guattari 1996). Comprendiendo la “comunidad” en función de tres elementos tal como lo define Mariane Krause (2001): pertenencia, interrelación y cultura común.
La comunidad se nos presenta como una “procesualidad”, un cuerpo en conformación constante. Donde la identidad y la memoria colectiva conforman un tejido donde el sujeto se define como parte de un colectivo histórico. Desde Gramci (1983,2003) podemos diferenciar tres momentos: La concepción del mundo como marco epistémico, la acción como momento ético en la relación con el otro y la política como factor constituyente de la acción en sociedad. Estos tres momentos engloban lo ideológico del proceso, donde la ideología es “producción de subjetividad y sentido” (Guattari 1996). Demarcando una organización de poder donde las “composiciones de clase” (Berardi 2007) existentes al interior de la comunidad operan como factor donde lo “constituido y constituyente del poder” (Negri y Hardt 2001) entran en tensión en post de la propia autonomía de los sujetos.

Palabras clave: comunidad, colectividad, grupo, sujeto, proceso, identidad, ideología, memoria colectiva, poder constituyente.

Introducción:

Lo que motiva este trabajo es un intento de elucidar la complejidad que subyace al concepto de comunidad. Esto, por que muchas de las veces no he encontrado una conceptualización, clara sobre el concepto de comunidad y considero que cuando no se lo define en profundidad es fácil caer en ambigüedades, que por un lado no quieren decir nada concreto y por otra invisibilizan un poder, desde aquello que no se define, pero sin embargo es asumido como sentido común y por lo tanto se asume como algo naturalizado, reificado. Esto principalmente por que se apela a una comunidad u organización ideal, como si existiera como un conjunto homogéneo y a mi modo de ver ¡no hay nada menos homogéneo y “escurridizo” que la comunidad!; creo que tiene bastantes dimensiones y particularidades, que es necesario diferenciar. Este trabajo es un intento de profundización. Considero que es pertinente sobre todo a la psicología social comunitaria, que como objeto de trabajo justamente tiene a la comunidad. De todas formas aun que es un trabajo bastante esquemático, es un ensayo, una aproximación. Muchos temas no fueron tratados, como el tema de la construcción misma de la comunidad y sus implicancias practicas. Por esto aquí planteo los conceptos centrales, para lo que podría ser, un trabajo más profundo y acabado sobre el tema.

1. Sobre el concepto de comunidad y sus dimensiones:

Dentro de la “disciplina ” la comunidad, muchas de las veces se nos presenta como un concepto “acabado”, “ideal” al cual nosotros iríamos a “intervenir” o “trabajar” con ella ¿pero donde esta la comunidad? ¿Qué la conforma? Podemos decir, que la comunidad, como tal –no existe- y esto pasa por distintas razones.
Rafael Agacino nos dice que el proceso paulatino de implementación de la dictadura militar en Chile significo la construcción social de un nuevo referente: el sujeto privado y con esto la individualización de la relaciones sociales . Lo particular de la implementación de esta nueva fase capitalista, es que impuso una cultura capaz de coordinar los valores sociales, produciendo una subjetividad diferenciadora de los procesos sociales anteriores, en términos de que “obligo a que los sujetos políticos populares muten en sujetos sociales, y éstos últimos, se reduzcan luego, a meras categorías sociales” (Agacino, 2006, Pág.:6) que en definitiva terminaron destruyendo la vida comunitaria, barrial y local que existía. Agacino nos dice que lo que define un sujeto social es su vinculación y reconocimiento con el otro, el sentirse parte de una realidad común. Si tomamos como ejemplo, el ser estudiantes, trabajadores o vecinos, podemos decir que el que compartamos el mismo espacio o nos vistamos parecido, no indica mayor cosa, solo indica una coincidencia circunstancial.
Por el contrario, el sujeto social se reconoce en los demás, lo convocan espacios comunes y da el vuelco a un sujeto colectivo, diferenciando adherentes a su concepción de mundo y antagonistas. El sujeto político se definiría en términos de que este reproduce conscientemente una realidad o la transforma, afectando al conjunto de la sociedad.
Es útil diferenciar tres elementos como lo define Mariane Krause (2001): pertenencia, interrelación y cultura común. En su tabla 1 define: (los paréntesis son nuestros a modo explicativo):
Tabla 1
Elementos del concepto de comunidad y sus significados

Elementos Significado
Pertenencia Sentirse “parte de”, ( énfasis en la dimensión subjetiva) “perteneciente a” (es lo que da el sentido de “comunidad”) o “identificarse con” (esta es la instancia que da el territorio subjetivo de pertenencia con “proyectos” y “lugares” comunes)
Interrelación La existencia de contacto o comunicación (aun que sea “virtual”) entre sus miembros y mutua influencia (la relación con el otro, lo “ético” y la coordinación de significados)
Cultura Común La existencia de significados compartidos (dado por los aspectos simbólicos, valóricos y los “códigos” de la “comunidad”)

El triple proceso que define Krause marca una pauta para analizar la existencia en un contexto dado de lo que llamamos “comunidad”. Aquí vale decir que los elementos por Krause planteados en esta tabla, deben ser leídos en relación a los aspectos del sujeto ya nombrados y los aspectos relativos a lo grupal y lo colectivo. A mi modo de ver sirven como pauta de análisis, pero por si solos, carecen de un enfoque de articulación ético-político en lo social-histórico.
Lo “grupal” es conformado por las aglomeraciones de personas en las cuales se trabaja y que diferencian a un sujeto de un colectivo y que tal como nos dice Foladori “la mayoría de las practicas comunitarias privilegian al grupo como el destino de sus acciones” y “la identidad individual con los otros y con la comunidad redunda en la identidad grupal” (2007, Pág.:407) esto pasa por que el grupo se nos muestra como una instancia mediadora entre lo individual y lo colectivo, que funciona como trasfondo de la vida asociativa de la “comunidad”.
La gente se junta en grupos, para realizar lo que no puede hacer por si misma, Anzieu (1987) nos dice que el grupo es el lugar de la “conspiración” y lo que el grupo otorga a cada sujeto es la capacidad de llevar a cabo sus deseos, fantasías y anhelos de diverso tipo, con la esperanza de llevar sus aspiraciones a su “realización”. Anzieu nos dice que por grupo se puede comprender cualquier tipo de asociación, organización, equipos de trabajo, reuniones profesionales, etc. En la antigüedad señala Anzieu “solo existía ese grado concreto de la realidad social, solo conocían al individuo o la ciudad” En este sentido es relevante señalar que muchos grupos durante la historia han sido perseguidos por diversos poderes, generando sospecha y preguntas como ¿por que deben juntarse fuera de la evidencia de los demás? ¿Para que se aíslan? ¿Qué traman en secreto?, etc. Los grupos siempre han generado sospecha por parte de los grandes poderes, por ejemplo en Chile en la Dictadura Militar se instauro la detención por sospecha o la prohibición de asociación ilícita, etc.; pero lo que me interesa rescatar es la importancia del grupo, como lugar de trabajo intermedio entre lo individual y lo colectivo.
Hemos diferenciado las dimensiones relacionadas al sujeto y el grupo, pero lo colectivo es una dimensión prioritaria en este proceso de la comunidad, el cual si no se devela, se corre el riesgo de no comprender muchos de los procesos subyacentes, al cuerpo en “conformación” que es la “comunidad”. Lo colectivo como dice Fernández (2005) esta dado por las formas, las interacciones de los grupos a un nivel amplio. Estas formas pueden reconocerse en las disposiciones de los espacios y la arquitectura .
Este aspecto colectivo de las “formas” esta dado por los lugares, los ambientes, las atmósferas y las situaciones cuya comprensión no pasa por la mediación del lenguaje y los enunciados necesariamente, si no por una comprensión de corte “estético”.
La importancia de esta dimensión estética pasa por lo que “Rolnike llama “sensación” aquello que esta “más allá de la percepción y del sentimiento en nuestra relación con el mundo” (Rolnike, 2001), esto es, lo que esta más allá de nuestro sentido de referencia habitual y que aparece como un extrañamiento a la experiencia. Rolnike nos dice que el desciframiento de este nuevo signo “no tiene que ver con interpretar o explicar” si no “con inventar un sentido que lo haga visible y lo integre en el mapa de la existencia vigente operando una transmutación”. Este nuevo signo, si no se lo interpreta o explica inmediatamente buscando una explicación que se acomode a los parámetros y referencias que tenemos del mundo, puede llevarnos a descubrir un nuevo sentido en nosotros y develar aspectos más profundos de nuestra realidad, que quizás pasamos por alto. Desde este punto de vista es que las crisis e implosiones son necesarias, ya que son puertas hacia nuevos universos de sentido. Por esto la experiencia estética nos lleva a la experimentación e innovación constante, como se nos muestra en la experiencia de la creación artística, por ejemplo.
Hay que diferenciar los aspectos psicológicos y estéticos de la subjetividad. La experiencia psicológica esta asociada a una experiencia individual, relacionada con la memoria, la inteligencia, la percepción, los sentimientos y los procesos concientes. La experiencia estética se caracteriza por la sensación afectiva que es pre-verbal y colectiva. Rolnike incluso llega a decir que cuando “la práctica estética dejó de ser una dimensión integrada en la vida colectiva (dentro del ámbito de lo popular y del folklore de los pueblos, por ejemplo) para confinarse dentro de un campo especializado, surgieron en la medicina de Occidente las prácticas clínicas volcadas en la subjetividad: la psiquiatría en el siglo XVIII y el psicoanálisis en la transición del XIX al XX ”.
Esta reducción de la subjetividad a la dimensión psicológica, eclipso la experiencia estética, excluyendo con esto la participación del deseo personal y colectivo en la transformación de la existencia de las personas. Incluso si tomamos dos conceptos que vienen del griego para designar la “vida” nos conducen a las palabras “zoé, vida en sus formas de organización” y “bios, vida como potencia de variación” (Rolnike, 2001) Podemos ver que en la actualidad lo que esta trabado es la vida como -proceso de diferenciación-, de devenir, de multiplicidad, siempre nueva y singular. Siendo lo patológico, la interrupción de este proceso de diferenciación y creación, donde el sujeto queda anclado y cristalizado a referentes hegemónicos, donde la participación es excluida en post de un mundo ya pre-fabricado e individualizado, ajeno a toda experiencia colectiva de construcción con el otro, (sobre esto volveré en el punto 4).
Si bien el lenguaje es un espacio importante, ya que significa y construye realidad; como bien lo han mostrado los militantes anclados en el giro lingüístico y la construcción discursiva, (como los socioconstruccionistas) no toda la realidad es una fabricación en el lenguaje desde el momento en que imperan otros sentidos en la construcción de mundo, como la estética por ejemplo.
Fernández bien nos dice que el lenguaje es un sistema de ordenamiento del mundo, que asigna categorías a un mundo que “de antemano no las tiene”, como bien dice Deleuze (1969, 1989) “el lenguaje es quien fija los limites”. Los enunciados no tienen la capacidad de abarcar la totalidad de la interrelación que transita en el espacio colectivo de la comunidad, por que ¿Cómo comprendemos ese aspecto sincrético de lo no dicho, lo tácito e implícito en el "gesto mismo"? Guattari (2000) usa el concepto "universos incorporales" para dar cuenta de todo este trasfondo de discursos, ideas y afecciones que circulan de manera tacita y virtual entre nosotros y que son el trasfondo “afectivo” y “pre-verbal” de la comunidad. Este es un plano no racional, al cual podemos acceder a través de la sensibilidad de las formas y las disposiciones en el lugar tal como nos dice Fernández, pero también a través los gestos del cuerpo y el movimiento.

2. La comunidad como ilusión y proceso:

La identidad y la memoria colectiva, se nos presentan como funciones importantes de este proceso, pero también hay que diferenciar la dimensión ideológica que opera al interior de lo que llamamos “comunidad”.
La identidad comúnmente se la suele entender desde una referencia fija, estable, como si esta constituyera un “algo” que existe desde el principio, como una esencia que se “encarna”, pero me parece mas útil y menos determinista, comprenderla como un “territorio existencial” un lugar de apropiación subjetiva, que se habita y transforma. Como explica Guattari (1996) “territorios existenciales que integren el yo, el cuerpo, el espacio transicional, el espacio ambiental, la etnia, los ancestros; hay una aglomeración no discursiva que hace que uno se integre a la existencia a través de todo tipo de dimensiones y de intensidades ” identidad que puede extrapolarse a la experiencia del sujeto como al de una colectividad o grupo. Nuestra identidad es parcial, por que si trazamos un diagrama de nuestra vida con todos los roles que somos –en un día- no encontramos ningún “yo” o identidad fija que nos constituya, si no una polifonía subjetiva que se produce constantemente, en la que siempre emergen nuevas posibilidades dentro de esta “procesualidad” que “devenimos”.
Esta forma de producción “polisemica”, la encontramos en el cuerpo de la comunidad como proceso y creo que en la comunidad se dan los mas múltiples niveles de relación, lo que nos invita a renunciar a las formas centralistas de comprensión. El concepto de rizoma de Deleuze y Guattari, es un concepto que permite asociar componentes diversos, sin un centro especifico, sino que es capaz de dar cuenta del movimiento y el acontecimiento que constantemente esta produciendo realidad(es) y sentido(s), por que lo propio del acontecimiento es su inmediatez, de ir siempre en los dos sentidos a la vez, pasado y futuro esquivando el presente. Esto constituye como dice Deleuze (1969, 1989, Pág.:12) “La paradoja (que) es primeramente lo que destruye al buen sentido como sentido único, pero luego es lo que destruye al sentido común como asignación de identidades fijas”. De esta paradoja y de la imposibilidad de “fijar” y establecer un sentido único a la realidad, los sujetos y los contextos, es de donde se desprende la crítica a los conceptos que atribuyen una realidad universal a los fenómenos de la realidad social. Lo que marca la imposibilidad de medir la “realidad” en términos estables y totalitarios, ya que menoscaba la multiplicidad y la diferencia de los procesos que se imponen como una materia salvaje que no se deja “domesticar” ni “disciplinar”.
Esto muestra la pertinencia de conceptos tales como el de rizoma y el de cartografía social, por sobre el de diagnostico social, por ejemplo, ya que son conceptos capaces de abarcar el movimiento y el devenir de la realidad, en función de trazos y líneas, de la cual nuestras apreciaciones son siempre construcciones relativas, y que debieran constituirse como acciones e intervenciones capaces de configurar lo “impensado”: la novedad, lo posible.
En función de esto Guattari habla de los “efectos diagramáticos” de nuestras practicas. Con lo de efectos diagramáticos, me refiero a los efectos –no esperados- a aquellos efectos que se producen más allá de nuestros supuestos y que son difícilmente cuantificables.
Hace un tiempo Domingo Asún, nos contaba en una clase que en los años 60-70 habían diseñado una escuela de formación para mujeres campesinas respecto a su rol histórico y social, como un intento de cuestionar el determinismo y la opresión al que se veían sometidas. Como resultado de esto muchas mujeres emprendieron rumbos de independencia laboral, personal, familiar, etc. Tuvo un efecto positivo, pero no se tuvo en cuenta que se genero una fuerte inmigración del campo a la ciudad y muchas de las mujeres, (no todas), no encontraron trabajos y cayeron en situaciones de pobreza al no contar con redes de apoyo, como las que tenían en su ciudad de origen. El proyecto de intervención claro que dio resultados de acuerdo a los objetivos que se propuso, pero no fue provisorio sobre este tipo de efectos y esto es parte de los efectos diagramáticos, ese factor que se nos escapa y que se articula “por si mismo”, sin que nosotros podamos intervenir.
Y es esto, lo que a mi modo de ver caracteriza justamente a la comunidad su “parcialidad” su incapacidad de articularla como un concepto universal, si no que justamente su “común-unidad” esta en función de las parcialidades, velocidades, estratos y flujos de diverso tipo que la constituyen como un cuerpo a-centrado. Podríamos hacer la analogía con una especie de ameba translucida que muta a cada instante en el movimiento de sus múltiples tentáculos de la cual su convergencia esta en función de las diferencias que la constituyen como colectivo humano, su “ser paradójico” e incompleto como totalidad hegemónica.

3. De lo instituido al poder constituyente: la dimensión “ideológica” de la memoria y l@s sujetos.

En la comunidad como en todo proceso hay aspectos “cristalizados” y “fluidos”, que engloban como dice Foladori (2007) una dimensión “institucional” o en palabras de Negri (2001) un “poder constituido” y un “poder constituyente ” que es clave diferenciar en el marco del trabajo que se este realizando, ya que nos hablara de los grados de movilidad y apertura con lo que podemos contar en el trabajo mismo de “intervención”. El poder constituido normalmente da cuenta de los sistemas jurídicos y constitucionales, las normas y las instituciones que representan a la ciudadanía. Pero sobre todo, representa aquello que es fijo por definición, que resiste el cambio, la movilidad y dentro de la “comunidad” lo que funciona como régimen de verdad –de sentido imperante-. Hay que saber diferenciar sistemas de valores o comportamientos que justamente se han convertido en una “institución” con la que hay que lidiar y saber leer frente al poder constituyente que cuestiona y moviliza el poder.
Como bien dice Ana Maria Fernández, toda sociedad es un sistema de “interpretación del mundo”, construcción e invención de realidad consensuada, y es esto, lo que justamente permite que lo que existe, se pueda transformar. Por esto “Las transformaciones de sentido –lo instituyente- operan siempre con la resistencia de aquello consagrado –lo instituido- que hasta tanto no sea trastocado funciona como régimen de verdad.” (Fernández, 2007, Pág.:83)
Ahora bien, hay que diferenciar tres aspectos: Lo epistémico, lo ético y lo político es decir lo “ideológico ”. Como sujetos debemos comprender que formamos parte de una compleja red de equipamientos colectivos, (medios de comunicación, instituciones de todo tipo, relaciones sociales, etc.) de los que somos agentes, reproductores y transformadores. Por ejemplo, tenemos a la familia como la primera institución que a través de los sistemas de enseñanza, nos introduce a las normas culturales vigentes.
Si tenemos en cuenta a Gramci (1984,2003) esto manifiesta una conducta sometida y subordinada, sin espacios para la autonomía a menos que demos un giro asumiendo la condición y el lugar que ocupa cada cual en la historia y desde ahí convertirnos en protagonistas de esta.

Desde Gramci podemos diferenciar tres momentos:

- La concepción del mundo como marco epistémico
- La acción como momento ético en la relación con el otro
- La política como factor constituyente de la acción en sociedad

Estos tres conceptos: concepción del mundo, acción y política, componen la ideología ya que engloban un conjunto epistemológico, de cómo conocemos y nos acercamos a la realidad social demarcando una ontología propia en la cosmovisión de mundo. Si vamos más lejos aun, la ideología no funciona como un cúmulo de ideas, representaciones o interiorizaciones abstractas del mundo en el sujeto y la sociedad, si no que operan inmediatamente en la producción de sentido que define un mundo singular, por lo tanto configuran un poder
Este acento en la concepción de ideología -como producción de sentido- más que marcos representacionales sobre el mundo, como el concepto de Moscovici de “Representaciones sociales” por ejemplo, viene dado por la reflexión de autores como Deleuze y Guattari, que nos dicen que incluso la ideología en cuanto tal –por si sola- no existe, ya que la ideología siempre es producción de sentido, subjetividad y poder.
Subjetividad “esencialmente fabricada, modelada, recibida y consumida” (Guattari, Rolnike, 2005 Pág.:39), desde esta óptica, no es posible separar la acción de la representación, rechazando estos conceptos como falsos problemas, que nos atan a la concepción de una naturaleza humana esencial y determinada. Para evitar esto, es que contraponen al concepto de ideología, como lo es la concepción de procesos de subjetivación y producción de subjetividad. Tal como lo hablamos anteriormente
Esta diferenciación es útil para comprender el concepto de ideología como una fabricación, necesariamente -de sentido- en la subjetividad, donde opera y funciona toda la sociedad y la “comunidad” como una expresión ideológica.
La memoria colectiva nos habla de las “reacciones en cadena”, Salazar (2002) dice que de forma transversal atraviesan el cuerpo de esa comunidad como el conglomerado de discursos que circulan, como recuerdos fraccionarios de los hechos que los conforman como sujetos –con historia- dentro de un(os) imaginario(s) que los constituyen como actores o receptores de esta, dependiendo del lado de la balanza en donde se encuentren, personas habladas y señaladas por el discurso mediático o actores de su vida y propia historia. Por lo que aquí el espectro de Marx, siempre vuelve y nos dice que la lucha de clases esta presente en toda dimensión económica y social mediada por las relaciones de poder en donde se baten los intereses de un sector por sobre otro y en esta lucha, se juega la producción de una historia y la capacidad de reconocerse como un agente transformador en miras de su propia emancipación social; esto en la medida que los sujetos se adueñen de su proceso, lo signifiquen y le otorguen sentido de manera colectiva, siendo este un espacio posible para la autonomía y el contrapoder como “una nueva formación social alternativa ”.

4. Comunidad, acontecimiento y subversión: constituyendo un nuevo sujeto

Ahora que hemos definido a grandes rasgos algunos conceptos relativos a la noción de “comunidad”, podemos decir ¿Qué es lo subversivo de la comunidad? ¿Qué es lo que la hace participe de su potencia emancipadora?, ¿Qué comunidad nos interesa construir? Aquí claramente hemos definido la comunidad desde su emergencia en relación con los sujetos sociales y políticos, es decir –desde su fuerza colectiva de transformación- desde mi visión no es posible pensar la comunidad sin este componente revolucionario, o los sujetos son colectivos y se reconocen en el otro y desde aquí son capaces de hacerse cargo de su historia y transformar su realidad, o no es comunidad .
Anteriormente decía que la comunidad justamente se definía por su falta de “homogeneidad” y universalidad, entonces alguien puede pensar ¿Cómo es posible entonces que se conforme un sujeto colectivo con voluntad política? Y bien, esto es reconocer que muchos de nuestros vínculos, son parciales y que si bien, puede haber resistencia en conjunto, eso no quita que existan diferencias, lo que conforma la “unión” es un “espíritu común” no una “uniformidad”. Y es aquí donde siempre hay fisuras, lo que hace que un movimiento se pueda cuestionar, preguntar sobre lo que hace y no sea una dictadura o una practica autoritaria.
Anteriormente hablábamos del poder constituyente y de la creatividad, de la capacidad de diferenciación que había sido trabada por este sistema de reproducción capitalista que “estandariza la vida” y el ámbito afectivo. Aquí se encuentra el elemento subversivo y conciliador de la comunidad, la capacidad de devolvernos la participación en la construcción colectiva del mundo. Rolnike (2001), asertivamente nos dice que esto tiene que ver con la experiencia de participar de la construcción de la existencia, lo contrario a disociarse de las sensaciones y la desactivación de la ensoñación, activar la fuerza de los sueños, la fantasías y la capacidad de crear, problematizar y transformar la realidad con otros y otras; lo que hace que la vida tenga sentido y valga la pena vivirla. Podríamos decir que esto evidencia un rasgo de “verdadera salud”.
Junto con esto, la experiencia de la comunidad, no puede estar desvinculada de la comprensión erótica del otro y de la empatía que esto constituye, lo que da el fundamento práctico de la ética y el reconocimiento de la alteridad. Como menciona Franco Berardi (2007) “el fundamento de la ética no esta en las normas universales de la razón practica, si no en la percepción del cuerpo del otro, como continuación sensible de mi cuerpo”. La experiencia de esta corporeidad colectiva, no esta exenta de un sentido casi “tribal y dionisiaco”, lo que trae consigo la constitución de nuevos mitos de referencia, otras formas de vivenciar la relación con el tiempo y el espacio e incluso la democracia como ejercicio directo, muy distinta a la democracia representativa del voto y las urnas.
Por esto en la comunidad esta el germen del contrapoder, como dicen y muestran los Zapatistas , la autonomía como política radical y el autogobierno -como estrategia- engloban lo económico, lo político, lo cultural y lo militar; por lo tanto la comunidad es capaz de recrear la vida y los valores desde una vivencia de conjunto, por la tanto la comunidad es reconocida como identidad. Y aquí, la comunidad se establece como una heterogénesis, es decir “una apertura hacia procesos irreversibles de diferenciación, necesarios, singualirizantes” del modo de ser de la “homogenesis capitalista” (Guattari, 1996, Pág.: 73).
Para finalizar, considero que si la comunidad lograse advenir en un movimiento político hay que tener cuidado con no significar y caracterizarlo en función de sus faltas, logros o derrotas. Estos debieran ser considerados como a punto de producir y crear “por una maquina de experimentación ” constante. Esto es verlos netamente desde una óptica funcional, no de lo que son o podrían ser, si no de lo que hacen, como se conectan y desterritorializan o son capturados, los efectos que producen como movimiento en la sociedad.
Esta objeción puede parecer algo abstracta o netamente retórica, pero es un acto de “des-edipización ” de los movimientos sociales, dejar de significarlos en torno al espacio de la ley civil o un referente totalitario que este a la base de su comprensión como movimiento social. Esto es concebirlos desde una perspectiva ética, que se contrapone a verlos como sujetos de derecho, ya que la ética hace posible el reconocimiento del otro y la alteridad –desde la pura relación- el concebir a las personas, grupos o colectivos como –sujetos de derecho- los convoca a un espacio donde la legalidad, la norma y el estado, los significan como principal protagonista, no haciendo posible el espacio para la insurrección y una conformación social alternativa a la “establecida”.
El que los movimientos sociales tengan como antagonista directo al poder establecido guarda un problema que tiene que ver con su accionar y metas, en los que fácilmente su potencia puede caer y ser atrapada por el poder constituido. Este problema es una vieja idea del marxismo clásico de principios del siglo veinte y finales del siglo diecinueve que aun esta presente, es la vieja idea marxista de tomarse “el poder” la noción de “dictadura del proletariado”, la identidad del “triunfo” del movimiento social, pareciera que estuviera dada con su logro y toma final del poder.
Pero los movimientos sociales no tienen para que considerar sus logros en relación a sus faltas y metas por conseguir, por el contrario, este acto de “des-edipización” es considerarlos como pura potencia maquinica, capaces de agenciarse con múltiples instancias de asociación transversal, dejar de significarlos en relación a lo universal y lo hegemónico. Hacer esto es sacarle todos los clavos, las cruces y coronas de espinas, producto de una historia “paranoica-despótica” a los movimientos sociales, dejar el sufrimiento y la agonía de la falta, los fracasos de lo que no son y de lo que podrían ser. Hacer esto es construir un plano de inmanencia donde el poder constituyente es pura fuerza creativa –maquinas deseantes- que se agencian en el presente, no en el futuro o en una promesa de un porvenir mejor de lo que esta por llegar. Los sujetos no tienen por que tomarse el poder o “empoderarse ”, ya lo tienen como dice el Sub-Comandante Marcos, es hora que lo ejerzan.
Puede parecer brusco el cambio de la comunidad a un movimiento social, pero se nos hace necesario para considerar la comunidad desde su capacidad revolucionaria, subversiva, en el sentido de “subvertir el orden imperante”.

Bibliografía

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